English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

jueves, 28 de abril de 2011

Capítulo VI

Allá enfrente los columpios vacíos chirriaban en la oscuridad. Sus cadenas de metal se mecían lúgubremente irrumpiendo en aquel tétrico silencio, haciéndola dudar. ¿Había alguien más allí? No estaba segura, pero juraría que una presencia cercana observaba en silencio.

Entonces, como para cerciorarse de su cordura, Melissa avanzó hacia los columpios con pasos lentos, hundidos en la tierra mojada.
Al quedar pocos centímetros para rozar sus rodillas con el sillín metálico, los columpios cesaron en su actividad, y pronto el más escalofriante silencio se adueñó del lugar.

miércoles, 27 de abril de 2011

Fuego eterno

Hace mucho tiempo, cuando aún hombre y naturaleza formaban parte de una misma esencia, cuando animal, vida y muerte no era más que un ciclo de la existencia, había un pequeño cirio de color dorado cuya llama parecía no extinguirse nunca.

La vela estaba situada sobre una roca y ésta roca se encontraba en el interior de una cueva.

Nunca nadie supo quién habría puesto una vela allí o si realmente habría aparecido en la cueva antes incluso que la vida. Pero su misterio creció de la mano de su misticismo, y pronto se contaron fantásticas historias sobre la vela de la caverna.
Un día un hombre llegó a la taberna del pueblo con rostro demacrado y respiración agitada.


sábado, 23 de abril de 2011

Capítulo V

Hacía mucho tiempo que Melissa no visitaba aquel lugar, y después de tantos años se encontraba sentada en aquel columpio. El parque continuaba silencioso y oscuro, y el cielo encapotado amenazaba con su oscura lluvia.
Una repentina brisa arrancó las hojas muertas del suelo y las hizo revolotear en espirales a pocos metros de ella.
Las cadenas del columpio chirriaron tímidamente con movimientos lentos, como si aquella gélida brisa poseyera unas manos fantasmales que desearan acariciar el oxidado metal.

Melissa se puso en pie. La puerta del parque estaba abierta, y un sendero serpenteaba hasta perderse en la oscuridad.
Cuando llegó hasta la salida del parque decidió girar sobre sus talones y entonces vio que el parque había desaparecido. Ya no estaba en aquel lugar, no sabía cómo había llegado allí.

viernes, 15 de abril de 2011

Capítulo IV

7 de julio de 2019




Aquella era una mañana calurosa, así que Melissa aprovechó para vestir unos tirantes y unos pantalones de estilo pesquero.
Estaba sentada en el banco de madera del patio trasero mientras bebía una limonada y leía un libro titulado El odio a Bieber.

En el otro extremo del patio ondulaban las prendas en el tendedero de madera. Había dos sábanas blancas, unos cuantos calcetines, dos camisas de Robert, unas cuantas prendas interiores de Melissa y un pijama de Jessica.

Su hija, de ocho años, bajó apresuradamente las escaleras portando un libro y una cajita. Tenía el cabello largo hasta el final de la espalda, ondulado y de un negro tan profundo como el de su madre.
La genética había sido generosa con ella, pues además, unos ojos de azul intenso resaltaban con la palidez de su rostro y la oscuridad de su cabello.

La piedad y la guerra

Belona Nassla solía tener las peores pesadillas que un mortal pudiese soportar. ¡Y cualquiera diría que cuando el sol despuntara se celebraría su cumpleaños! ¿Pero ella tenía derecho a una celebración?
En sus pesadillas con tintes de realidad veía una y otra vez su pasado. Y en el no había más que muerte y destrucción, pues cuando los viejos árboles aún eran brotes Belona se había alzado como una sanguinaria guerrera al mando de todo un batallón de bandidos y saqueadores.

La habían llamado Belona la Sangrienta al norte de Tamasia cuando la primera misión por decreto de rey para hallar al dragón de fuego se inició y la guerrera tendió una emboscada a algunos de los hombres para robar todas las joyas y armas de palacio sin dejar más que muerte y sangre sobre la arena.

miércoles, 6 de abril de 2011

Capítulo III

13 de septiembre de 2010




En una agradable mañana de septiembre, Robert se encontraba sentado en el banco de madera del porche leyendo el periódico. Intentaba hacer caso omiso a las páginas que hablaban de la posible crisis en Brigham’s.

Melissa despertó con el cabello revuelto y una imperiosa necesidad de tocarse los pechos. Entonces notó mucho dolor y una hinchazón anormal. Aún con los ojos medio cerrados, se palpó los senos, y en realidad parecían dos globos a punto de estallar.

viernes, 1 de abril de 2011

Capítulo II

Melissa caminaba arrastrando un precioso –aunque pomposo- vestido blanco con brillantes y transparencias. Un escote en forma de corazón resaltaba su pecho, que aunque no era tan grande como el de Grace, con ese vestido le hacía una forma preciosa, casi tentadora para Robert.

Su rostro pálido estaba maquillado, pero aún se podía ver su tez lechosa en contraste con un cabello tan oscuro como la obsidiana.
Sus grandes ojos negros estaban maquillados por rimel y sombras, sus labios estaban pintados con una tonalidad de rosa palo muy clara y sus pómulos resaltaban con un tímido rubor.
Su largo cabello había sido recogido en un elaborado moño con algunos tirabuzones cayéndole por la nuca, los hombros y el pecho.