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viernes, 27 de abril de 2012

Renacer


De pronto el dolor acudió a mí como si fuera víctima de la mordedura de cien ratas hambrientas. Las agudas punzadas de dolor recorrían mi cuerpo cada pocos segundos. Yo sentía la imperiosa necesidad de gritar y pedir ayuda, pero aun así mi cuerpo se mantenía sumido en un aparente estado de reposo. 

Mis párpados apretaban con fuerza mis ojos. Mis labios se comprimían dibujando cientos de diminutas grietas. Mi barbilla describía arrugas y el sudor comenzaba a salir de mi piel como pequeñas perlas.

lunes, 16 de enero de 2012

Descenso

De repente despertó, dejando atrás las neblinas de la existencia. Su blanca piel era un tapiz inmaculado cuya belleza era comparable a la majestuosidad de Venus. Y como un eclipse de luna, el negro de su melena azabache y su vestido vaporoso ocultaban la nívea piel de su cuerpo terso y frío.
Aquellos grandes ojos negros estaban abiertos y llenos de terror.


¿Dónde estaba?
¿Qué extraño paraje podía existir en un lugar como aquel?
¿Por qué sentía que había vuelto a casa, aún     desconociendo el lugar?

martes, 6 de diciembre de 2011

Capítulo XI

3 de septiembre de 2019







El día era lluvioso. Las gotas caían desde el cielo como lágrimas desconsoladas. El corazón de Robert también había roto en llanto, pero el silencio que había adquirido tras días de sufrimiento le sirvió para poder llorar en soledad sin tener que preocuparse de las falsas muestras de apoyo de los demás.
Su vida era un infierno.
Amanda y Charles Connor estaban muertos. Jessica había desaparecido. Jared estaba internado en un centro de psiquiatría debido a su intento de suicidio y a su reciente caída en el mundo de las drogas. Y Melissa estaba en coma.

Melissa había caído en lo que parecía el sueño eterno durante el proceso de operación en el Gartnavel General. Él estaba informado y conocía los riesgos. Firmó los papeles. Sabía que aquello era una posibilidad. Pero en su interior rezaba para que fuera una posibilidad tan remota como imposible.
Y, sin embargo, así ocurrió.
Desde la operación Melissa estaba ingresada en el hospital mientras las máquinas hacían las funciones básicas para mantenerla con vida.

Y Robert necesitaba un respiro. Había pasado muchos días en el hospital sin ver nada nuevo, y el doctor Andrews le había aconsejado que fuera a su casa a descansar.
Así pues, Robert Brigham estaba sentado en la butaca del jardín trasero protegido por el porche de madera y tejas mientras la lluvia caía sobre Carmyle.
Su lata de cerveza estaba vacía.
Pensó en levantarse para coger otra pero su cuerpo no respondía.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La paradoja del amor

Ella en sus brazos, y yo en mi soledad.
Así es como me siento, madre, pues después de batallar duramente bajo las cien lunas de las adversidades del amor ahora me veo en este lugar baldío y sin corazón.
Lo di todo: alma, carne y hueso. Y ciertamente de ella recibí todo aquello nuevo para mí. Las esperanzas alimentaron mi ser e iluminaron mi vida.

Pasamos los mejores momentos. Vivimos las más bellas historias. ¡Una historia interminable llena de amor y fantasía!
Pero, ay, entonces las nubes oscurecieron el semblante del cielo y la luna y el sol murieron tras el velo negro.
¿Y qué se podía esperar de mí? Un simple velero cuyo capitán ha abandonado el viaje. Un espejo que únicamente se le recuerda como tal por su marco de oro. Un ave que ha perdido la facultad de volar.
¿Qué esperan de mí? ¿Qué espera ella? ¿Por que palabras tan crueles a un corazón ya dañado? ¡Tú sí fuiste quien quise tener a mi lado!
Pero ahora la suerte no me ha acompañado, pues mientras yo lloro ella goza en su felicidad.
Pues ella está en sus brazos, y yo en mi soledad.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Carta de la reflexión

Hola, enamorada

Te escribo desde la penumbra de mi habitación, donde la luna se alza orgullosa sobre el firmamento negro y denso de la noche.
¿Qué puedo decir? No me lo esperaba. Sé que tenías muchas esperanzas, quizá más que yo, en que esto saliera bien.
Él fue la llave de la esperanza que abrió la puerta que yo misma había cerrado tantos años atrás. Él me dijo que confiara en él, pues además de en mí misma, o en la parte oscura de mí misma, también podía confiar en otra persona. En él. Y así lo hice.
Su luz arrebató mi oscuridad y viví los momentos más extraños y felices de mi vida.
¿Extraños? Sí, así es, pues este corazón poco amor había visto, y aunque fuera un espejismo él me lo mostró y yo lo gocé como la chiquilla que se queda prendada del primer amor de su vida.
¿Bonito? sí, lo fue. Pues en esta noche lánguida y silenciosa te escribo los recuerdos de tiempos felices, ya que él abrió la puerta de la felicidad pero oxidó los goznes con la mentira.
¿De quién, entonces, puedo fiarme? ¿A quién puedo entregarle mi amor? ¿Vale la pena si este es el riesgo?

Siempre tuya, Alma Gris

domingo, 20 de noviembre de 2011

El infortunio de Belina y la luz que dejó atrás, Primera parte

Criada en el seno de una familia humilde procedente de Atria, Belina Kassiopea siempre había gozado de las mieles de un entorno cálido y agradable.
A la edad de dieciséis años Belina, su madre Harda, su tía Melisea y sus hermanas pequeñas Danae, Mïlva y Neadel se tuvieron que mudar de las gélidas tierras norteñas dado que el hachazo de la muerte fue muy duro y contundente en la familia.



Mientras trabajaba en las minas del monte Derot, Balano, el marido de Harda, sufrió un terrible accidente: un derrumbamiento acabó con su vida y con la de tres mineros más que trabajaban día y noche extrayendo el precioso mineral de las entrañas de la tierra.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La bruma

Bella Ataria, de rosadas mejillas, dorados cabellos y profundos océanos en las cuencas oculares.
Su mar era tan profundo que, a veces, daba la impresión de poder bucear en su interior en busca de los más extraños e insólitos tesoros que la vida esconde a los mortales.
Pero, ay, su cuerpo era la cariátide que sujetaba el templo de su hermosura. El apogeo de su esplendor, la cúspide de su abrasadora y arrebatadora perfección.